¿Cómo te hiciste editora?
Conocí a Tamara Tenenbaum mientras ella editaba La agenda, cruzamos un par de mails y creo que la primera vez que nos vimos en persona dijimos: hagamos una editorial. Veníamos hablando de lo poco que se publicaba a las chicas, sobre todo las que recién empezaban, primeros libros, libros en primera persona. Era el 2016 y era cierto. Enseguida se sumó otra amiga, Emilia Erbetta. Fue una época muy feliz, todas de distintas maneras veníamos editando (notas, poemas, relatos) y pasar a trabajar con textos literarios nos dio mucho placer.
¿Qué hace un editor? ¿Cómo se edita? ¿Cuál es tu criterio para armar un catálogo?
Un editor ayuda al autor a encontrar una forma que ya está contenida en potencia en su texto, supongo que es como pulir un diamante. Hay libros que llegan más desarmados, más en proceso, y entonces el trabajo puede ser hacer de una serie de textos dispersos una colección de cuentos; en otros casos se trata más bien de comprender el estilo de un texto y desbrozar todo lo que no tenga que ver con ese estilo. Roberta Iannamico dijo en una entrevista que para ella un poema estaba listo cuando era una superficie en la que podía patinar de una punta a la otra sin detenerse, me parece que sirve la idea.
El criterio para armar un catálogo es mucho más caprichoso de lo que se suele pensar, y también está atravesado por el azar; los editores solemos inventar una historia después para justificarlo. En Rosa Iceberg se trata de armar un conjunto de textos de autoras mujeres, lesbianas y trans en primera persona, o con una voz que haga pie en la experiencia (largo tema para otra discusión), y con una condición innegociable: tienen que sonar a nuevo.
¿Qué libro te hubiera gustado editar?
Diario del dinero, de Rosario Bléfari.
¿Qué es lo mejor y lo peor de los autores?
Lo mejor es cuando quieren trabajar y lo peor es cuando no quieren. Me explico: aceptar que te publique una editorial es dejar que tu texto ingrese en una estructura en la que participan varias personas que, sí, van a estar a tu servicio, pero hay que ver qué se entiende por “servicio”; indudablemente no es algo tiránico. Los autores que son receptivos y dialogan, que aceptan sugerencias o las rechazan con elegancia y argumentos, son los que permiten un encuentro más feliz con el editor, y en esos casos la edición del libro es un proceso creativo super interesante. En otros casos, veo que hay un mal contemporáneo que es un poco “generación de cristal”, supongo: la abundancia de editoriales y oportunidades para publicar en comparación con otras épocas hace que la gente llegue al primer libro con cierto divismo a veces, muy convencidos de que la van a “pegar” y muy poco dispuestos a negociar, aprender, comprender en qué situación se están metiendo y registrar que hay varias personas trabajando a su alrededor.
Paradójicamente, yo no soy muy respetuosa con mis editores en lo que tiene que ver con diseño, prensa, trato personal y demás, pero con respecto al texto soy terca y terrible, no acepto casi nada de lo que me dicen, quizás porque tengo la pretensión medio aberrante de ser mi propia editora. Ser editor y autor es un poco Jekyll and Hyde.
¿Qué colección o editorial pasada o presente te gusta?
Las editoriales con las que crecí: Siesta, la primera Mansalva, Belleza y Felicidad, Iván Rosado, Vox. Amo a Blatt y Ríos, a cada uno de ellos por separado, a la editorial que hicieron juntos y a todas las personas que trabajan con ellos.
¿Qué estás leyendo ahora?
Estoy leyendo un libro malísimo, no lo voy a terminar. Se llama La terrible historia de las cosas bellas, creo que es un título que tentaría a más de uno. Pero es muy superficial. También estoy releyendo a las Brontë.
¿Escribís?
Escribo. Diría más: soy escritora.
¿Cuáles son tus hábitos de lectura y de escritura?
Mi hábito de escritura es que siempre estoy escribiendo una novela, y en el último tramo de la edición estoy desesperada por terminarla para empezar la próxima. Tengo muchas ideas de novelas y cada una me sumerge por un tiempo (un año, a veces más) en un mundo de lecturas que me fascina, así que en estos últimos años mis lecturas van muy unidas a mi escritura.
¿Cuál es tu visión del mundo editorial en el presente? ¿Cómo evolucionará la industria editorial?
¿Mi visión del mundo editorial? Justo estoy en una feria del libro en Colombia con varios editores de Colombia y de México: los editores argentinos nos quejamos mucho, y con razón, de la economía; los demás nos dicen todo el tiempo lo espectacular que es el panorama editorial en argentina. Debe ser cierto. Es fácil dar por sentado esto de vivir en la ciudad con más librerías, con una feria de edición independiente que convoca a más de 300 sellos y con un público lector tan amplio y tan enterado. Sí tengo la impresión, a la vez, de que estamos en un momento en que la producción parecería estar por encima de la capacidad de comprar y leer de ese público, y me parece que los editores tenemos que hacernos muchas preguntas con respecto a cuánto publicamos, y para qué. La lectura lleva tiempo, y la conquista del tiempo quizás sea la lucha más difícil que nos toque en los próximos años, especialmente en un país de gente sobrepasada de trabajo, con poco margen para el ocio y para disfrutar. Por esa y otras muchas razones le deseo a este gobierno una muerte espantosa y agónica.
Recomendá un libro de otra editorial.
AZ acaba de publicar un libro de mi amigo marplatense Matías Moscardi que se llama Marina Maravilla y el fabuloso dojo literario de Katsumoto Hagakure. Se trata de una nena que quiere escribir una novela. No conozco a nadie que tenga una relación tan feliz y divertida con la literatura como la que tiene Matías Moscardi, que escribe mucho, y muy bien, y con una capacidad de juego que no deja de asombrarme. También me gustó mucho el Diario de limpieza, que publicó el año pasado en Bosque energético.
Sobre Marina Yuszczuk
Me llamo Marina Yuszczuk, soy escritora, también dirijo una editorial. Podría vivir sin editar pero no sin escribir, me pegaría un tiro. Mi biografía son los libros que escribí, no hay mucho más que me interese decir sobre mí, pero podría decir esto: tengo un hijo, manejo un auto, no tengo pareja ni quiero volver a tenerla jamás. Tengo un mundo privado, pequeño y celosamente guardado por mí en el que no entra nada ni nadie (o tendrá que vérselas conmigo). En ese mundo leo y escribo, no hablo con nadie, nadie me ve; no puedo creer que tuve la suerte de llegar ahí.