Maite graba un audio de más de 25 minutos y se disculpa por eso. Nos envía su voz desde Ecuador por whatsapp porque queremos saber más de su vida, de su proceso con la lectura y la escritura. Le pedimos el audio porque no la conocemos tanto, aunque la hemos visto cada domingo desde hace más de seis meses. Así, decidimos escuchar la nota de voz más extensa que jamás le envió a nadie, para descubrir que estudió en un colegio evangélico y que sedienta de lecturas, llegó a sus manos un libro que no olvidó más. Un primo le regaló una compilación de cuentos norteamericanos que le hicieron pensar en un mar de universos. Estas historias y la escritura que la acompaña desde que aprendió a crear universos desde niña, le permitieron habitar otras artes que hacen parte de su camino creativo: el cine, el diseño y la dirección creativa.
El audio infinito nos pide un descanso, y entre éstas y las otras, le decimos que estamos dispuestos a escuchar el resto, pero que después de hacerlo tendremos que obtener algo a cambio. Y ese algo, quizá deban ser los mejores tres poemas que jamás escribió.
Qué difícil es hablar sobre otra vida. Qué complejo es decir algo de una persona a la que jamás abrazaste y que miras a través de una pantalla cada domingo desde hace meses. La escritura de Maite es un ejercicio de carpintería: los clavos y la madera los consigue mientras explora el devenir del duelo, el cuerpo roto por el dolor de la pérdida, el hogar que ya no será, como si en realidad todo ese material saliera de los escombros de la casa en la que vivió y que ya es inalcanzable.
En la casa que se incendia, Maite encuentra una máquina de escribir y del dolor de sus dedos se desprenden estos poemas.
(Natalia Mera y Rommel Manosalvas)
La distancia
El día del quiebre
de la frontera cruzada
en el nacimiento del dolor
dijimos:
Olvidar es ejercicio de voluntad
Negamos el fin
criamos un abismo
lo empachamos de silencio
Parados en la rabia
la cubrimos con ternura
en el refugio de la fantasía
le huimos al destierro
Nos repartimos el territorio del abandono
en la planicie del futuro, donde todo era posible
no vimos el derrumbe
hicimos una casa
El fin
Una casa quemándose es un altar
un cuerpo enamorado es un cuerpo enfermo
el odio es un síntoma del fuego
Hay que cortar la vertiente del anhelo
que la memoria galope a un lecho seco
ofrendar la sangre que hierve
sudar la fiebre
caminar al incendio
Hablo de ti para exorcizarme
arrancar de mi boca tu lenguaje
la amargura no será mi fosa
no seré guarida de cosas muertas
Lo que queda
Tu ausencia marcó el fin
del fuego que me habita
sobre la hoguera
veo los restos
En el pecho, un hueco de ceniza
entre la ceniza, candela que perece
No me alumbrará cuando venga la noche
pero en la oscuridad
podré sentir su calor