Que me llamen si me necesitan: Una recomendación de ¿Hola? Un réquiem para el teléfono
Valentín Chicho Villalonga
Hay libros que son para las vacaciones de verano. Deben haber infinitas recomendaciones de libros para leer en las vacaciones de verano. Los aburridisimos de autoayuda, que suponen ayudarte pero realmente son esa literatura del show de la que nos quejamos a diario. Los clásicos del siglo XIX que postergamos hasta fin de año. O buenas novelas contemporáneas como El Pasado de Alan Pauls. Pero hay algo que me llama la atención, no se habla tanto de lo que se lee, o debería leer, en las vacaciones de invierno. Creo que nunca vi una guía de libros para leer en julio, ni escuche decir a un amigo: este libro lo deberías leer ahora en las vacaciones de invierno.
Al contrario de las vacaciones de verano, las de invierno son rápidas, tan solo dos semanas (si es que tienen suerte). No podemos pasar la tarde leyendo bajo el sol libros de más de mil páginas. Generalmente estamos encerrados en nuestras casas viendo cómo todo el mundo está en Lisboa a través de una pantalla a las 5 de la mañana, por ende la distracción está siempre a nuestro alcance. Como el año sigue y la sociedad de consumo nos obliga a ser utilitaristas y productivos hasta en las vacaciones, sería mejor optar por un libro de no ficción, que suponga ser productivo (pero que realmente no lo sea). Engañarnos haría la lectura más amena, haciéndonos creer que tenemos un camino hacia un fin útil. Además, entre el frío, el aislamiento y el freno, necesitamos que sea un libro amable, que leerlo no nos haga más miserables de lo que somos en el momento más vulnerable del año.
Benita me propone hoy, martes 23 de julio, recomendar un libro del catálogo de Chasco Club para su newspaper. Me acuerdo de mis últimas vacaciones de invierno. Bariloche bajo cero en la casa de mis papás. Encontrarme con una reliquia del pasado. Cicatrices. Me da miedo leerlo porque todo lo que giraba en torno a Saer era demasiado grande y no me sentía preparado. Parecía más bien una lectura de verano (aunque terminó siendo de primavera). Por suerte había empezado un libro más suave para el invierno en el avión, un libro que había comprado hacía poco de un autor que conocía y quería. Además, cumplía con los requisitos, inventados en mi cabeza, para una lectura de julio. Corto, no ficción y amable. Tuve dos semanas enteras para leerlo pero me lo devoré en 2 días. Es evidente porque arriba tienen la tapa, pero por si las dudas lo aclaro, el libro en cuestión fue ¿Hola? Un réquiem para el teléfono.
Este es el momento donde debería dejar de hablar de mí y hablar un poco del libro ¿No es cierto? Bueno, acá voy. Similar a como Barthes deconstruye el discurso amoroso, Martin Kohan desarticula el concepto del teléfono. Se hace preguntas básicas como ¿Qué es el teléfono? ¿No es loco que digamos “pasame el teléfono que quiero sacar una foto”? Recorre diferentes ficciones en las que analiza la figura del teléfono como en Proust, Paris Texas y Rabia. Se acuerda de cuando era chico y llamaba a la casa de un amigo con la esperanza de que atendiera la hermana. Es un análisis minucioso del teléfono, una figura cotidiana, que bajo el estudio de Kohan se vuelve extraordinaria.
El libro me ayudó más que Hábitos atómicos de James Clear. Ahora vivo negado a los audios de Whatsapp, exijo que si me necesitan, me llamen.
Pueden conseguirlo en este link, en la tienda web de Chasco Libros.
Lo leeré