¿Por qué brillan siempre las estrellas?
Luna Neuman nos presenta a Inés Vassallo, una autora de apenas 13 años que se sumerge en las profundidades del invierno para revelarnos sus paisajes y personajes más curiosos.
Cada martes, Inés pide minutos extra para terminar de escribir y, cuando nos despedimos, nos cuenta cómo va a seguir la historia que empezó. Cómo va a complicar la vida de una bruja o cómo una chica va a salvar a su hermana de un diablo mitológico. Tiene 13 años y narra con una calma milenaria y mucho respeto por el mundo, sus colores y sus personajes. En su escritura hay curiosidad, asombro y apuesta; en estos textos, el frío, la nieve y las montañas cumplen un papel protagónico. (Luna Neuman)
Un día de nieve
pueden pasar
muchas cosas.
Por ejemplo
ver un zorro
color hielo
o celeste cielo
con franjas blancas
o copos de nieve
desparramados en su espalda
como el agua cuando llueve.
Bosques profundos
cubiertos de nieve
color verde oscuro
y oscuridad que envuelve.
Hielo que de noche
se pinta de verde.
Brillante queda el bosque
mágica queda la nieve.
El zorro que camina
ahora es color pradera.
Se unifica con el bosque
y queda color madera.
Cuando se hunde en la noche
se vuelve estrellado.
Es un animal
o un ser profundo,
una criatura espectral.
Era una noche ventosa. El viento sacudía los árboles del bosque y los cultivos en el campo. Las estrellas brillaban en un cielo cubierto por el manto azul marino de una noche que acababa de empezar. Las largas auroras verdes, reflejadas como telas de otro vestido, marcaban el comienzo del frío y las nevadas por aquellos hermosos lugares extraviados. La nieve que había caído aquella tarde y ahora cubría todo aquel inmenso campo parecía una manta luminosa. La luna se reflejaba en el lago y los charcos, formando un largo estampado brillante.
Así describía el paisaje Arte, una chica de trece años que deseaba ser una sastre. Vivía sola en aquellas tierras perdidas. Bueno, no totalmente sola. La acompañaba su hermana menor, Shiro, de cinco años. Una niña muy curiosa, en su opinión. Eso era lo que le gustaba de su hermana, le creaba alegría viviendo en aquel estampado de bosques y campos, heladas y noches eternas una parte del año y días sin final en otra.
Eso era pasable por la alegría que su hermanita le había traído desde siempre.
Esa noche, Arte contemplaba el cielo por la ventana, que chirriaba movida por el viento, pensando en todo. En su hermana, sus padres, su familia, el resto de los seres humanos, el planeta, el universo, la creación y el infinito desconocido al que solo viajaba cuando se dejaba llevar por sus pensamientos y teorías.
Sacándola de su trance, la sombra de Shiro se reflejó en la pared, gracias al crepitante fuego de la chimenea siempre encendida.
–¿Arte? ¿Puedo… preguntarte algo?
La mayor la miró y sonrió. Los ojos azules de su hermana reflejaban fuego, siempre lo hacían. Eran ojos a los que no les podía negar nada.
–No tenés ni que preguntar. Sentate acá, cerca del fuego.
La niña obedeció y ambas hermanas se quedaron mirando el cielo estrellado por un momento. Una estrella fugaz de color verdoso las hizo volver a donde estaban.
–¿Qué me querías preguntar? –preguntó Arte.
–Ehh… ¡Cierto! –recordó Shiro–, Hermana… ¿por qué brillan siempre las estrellas?
La mayor sonrió. Era una pregunta que a cualquiera le hubiera parecido ridícula pero para ella era una de esas preguntas valiosas que solo su hermana hacía.
–Presta atención y no te olvides de lo que digo: las estrellas siempre brillan porque imitan a la luna de noche y al sol de día.
Me enamoró!!
Me enamoró!