Sentados en un banco de la reserva ecológica, mirando la marea perfecta de septiembre, un padre y su hija surfean sus desacuerdos. En un momento, ríen al unísono tirando las cabezas para atrás. La simultaneidad del gesto ilumina de pronto la zona del acuerdo profundo: lo que son en el fondo, más allá de todo. Con humor y ternura, con desparpajo y poesía, María Giménez explora en su relato la naturaleza siempre contradictoria de los vínculos filiales y nos regala una escena de gratitud dominical.
María llegó al taller en 2020, en plena pandemia, y desde el principio sus textos despertaron el entusiasmo del grupo. Nació en 1990, vive en el barrio de La Boca y tiene una productora de podcast y streaming que se llama Chipá Contenidos. Me encanta el nombre de su productora porque expresa bien, para mí, el estilo de María: un humor sin estridencias, la palabra nítida, abierta al encuentro, la emoción crujiendo en el centro.
Rafael Otegui
Es por eso que hay que revisar si fueron treinta mil, concluye después de tres minutos de monólogo y se mete la cuchara de helado de dulce de leche, que ya se está derritiendo, en la boca. Respondo como ya ensayé: “tenés razón, pa”.
Estamos en un banco de la reserva ecológica. Es el mejor banco porque tenemos línea directa al Río de la Plata debajo de una sombra que nos cuida del sol primaveral. El clima es perfecto para jean, remera y bucito. Hace seis horas que estamos juntos y ya esquivé casi todos los temas prohibidos:
feminismo
cultura del rugby
democracia
carne a punto o cocida
Cristina Kirchner
cuota alimentaria
“El hijo de la novia”, ¿de culto o tedio?
aborto
¿Uruguay o Brasil?
Traga el helado y continúa diciendo algo sobre la Guerra de Malvinas, yo aprovecho que tengo anteojos de sol para apuntar mis ojos hacia el frente y disociar aunque sea por unos segundos mirando las olas sutiles. Pienso en cómo lidian los demás con sus padres. Me pregunto la cantidad de respiraciones que usan para no debatir, la cantidad de entradas a cosas para no hablar, la cantidad de horas de terapia gastadas en el apellido. Me gustaría saber si los otros hijos también fantasean a veces con causarles un dolor físico, chocar la mano buena contra el cachete progenitor, haciendo un fuerte clac de palma abierta. Y me pregunto si también enseguida los invade una culpa monstruosa imaginando el día del velorio, y si un vacío edípico les come todo el pecho.
El viejo de Sofi está muerto (era drogadicto). El de Guada existe, y bien. El de Caro le compró un departamento pero no se acuerda de su cumpleaños. El padre de Ezequiel era violento entonces él ahora es un padre tierno y atento con su hijo. El papá de mi mamá era profesor y sensible (lo extrañamos). El papá de Gastón en realidad no era su papá, pero fue el mejor papá. Mi padre es libertario y monotributista. Es ingeniero y motoquero. Marplatense y escritor. Sabe pintar con acuarelas, no sabe cambiar un foco de luz. Hace asados con leña y sala la carne de forma perfecta. Si se enoja, patea objetos. Lo escuché gritar cien veces, a la televisión, al tránsito, a una novia, al cielo, a un ladrón, jamás a mí. Nunca vivimos juntos, ni siquiera en la misma ciudad, pero me enseñó a editar videos, a escuchar la radio y a cortar salame.
Él termina su helado y me pregunta si yo también terminé para tirar los vasitos en el tacho de basura. Cuando vuelve decimos el mismo chiste malo, al unísono. Un comentario sobre lo mucho que le costó bajar y subir del banquito. Nos reímos al mismo tiempo tirando la cabeza para atrás. Una vez me dijeron que nos reímos igual, también que caminamos igual, medio chuecos con las rodillas para adentro. Y también me dijeron que tenemos el mismo narcisismo, pero eso lo gritó mi mamá en un mal día.
Mientras vemos a un velero virar hacia el lado de San Fernando, cómodo con la marea de septiembre, con mi viejo nos mentimos y aseguramos que el lunes vamos a empezar a comer bien. No sé cómo eso nos lleva a hablar del futuro y él decreta que nunca va a ser abuelo si seguimos así. Porque mi generación solo quiere viajar y no pensar en el mañana, es un fenómeno mundial. “Tenés razón, pa”.
Faltan tres horas para que salga su avión, así que activo la estrategia ganadora, la infalible. Coronar la tarde ventilando nuestros acuerdos indiscutidos:
Charly, la mejor persona
existen las falsas denuncias por violencia de género
Boca es Argentina
a los amigos se los ayuda
los hombres ganan más haciendo el mismo trabajo que las mujeres
las empanadas de cualquier gusto, menos de pollo
los medios masivos de comunicación son el poder
ganar poca plata pero tener tiempo libre
el chocolate blanco no es chocolate
Toy Story es superior al Rey León
los millonarios son pedófilos.
Va llegando el momento de ir al aeropuerto y de despedirnos hasta el otoño. Pero ahora el cielo está tan celeste que el marrón del río parece un espejo; el viento es un amigo y me dan ganas de cerrar los ojos para recibirlo entero, en silencio como estamos por primera vez en el día. Cuando los vuelvo a abrir, noto que papá los tiene cerrados y creo que está sonriendo. Gracias por el domingo, hija.
¡Qué espectacularrr, María! Me encantó. La enumeración de temas prohibidos y la de los aceptados en común me pareció genial. El relato tiene el punto justo de humor y amor sin ser cursi. María la tiene. Necesito un libro con todos sus relatos porque no me canso de leerla.