Daniel Divinsky: la edición como vocación exhibicionista
El editor de la mítica Ediciones de la Flor recorre su vida profesional: “Un editor arma su catálogo como si fuera su biblioteca personal”.
¿Cómo te hiciste editor?
Me hice editor cuando se frustró mi posibilidad de seguir haciendo un curso de posgrado de Sociología, y básicamente porque como dijo un editor italiano: “mi curiosidad es mayor que mi profundidad”. Hay una vocación exhibicionista en el editor que es leer un texto que le parece tan bueno que quiere correr para contarle a los demás cuán bueno es, para que lo lean.
¿Qué hace un editor? ¿Cómo se edita? ¿Cuál es tu criterio para armar un catálogo?
Un editor en el sentido tradicional de la palabra, que no es el director editorial de una gran empresa, es una persona que recurre a sus gustos personales, a su olfato, y que arma el catálogo como si fuera su biblioteca personal, quita toda posibilidad de que se apliquen criterios de marketing. Lo que se busca es realmente que el catálogo refleje tus lecturas, tus gustos. En el caso del catálogo que se armó en Ediciones de la Flor, podría decirse, visto desde afuera, que es un cambalache porque tiene una gran variedad de criterios estéticos. Ideológicamente son en general progresistas pero con un espectro muy amplio: publicamos desde Sobre el trotskismo, que era un ensayo de un maoista criticando al trotskismo, hasta Falsos pasaportes, de Charles Plisnier, Premio Goncourt de 1938, que denunciaba los procesos de Moscú contra los disidentes del partido comunista. O sea, realmente es un batiburrillo variopinto.
¿Qué libro te hubiera gustado editar?
Me hubiera gustado editar Anno Domini y otras parábolas, de George Steiner, el escritor-filósofo-pensador de origen francés pero inglés por adopción, que lo leí en una edición muy vieja de una editorial chilena y que ahora hace poco reeditó Fondo de Cultura Económica en la Argentina.
¿Qué es lo mejor y lo peor de los autores?
Los autores son lo mejor y lo peor, pero no lo peor de todo. El primer tomo de las memorias de Mario Muchnik, el gran editor español que murió el año pasado en Barcelona, se titulaba Lo peor no son los autores, porque lo peor tal vez son los agentes literarios y los herederos, que piensan que van a recibir fortunas en concepto de derechos de autor porque eso es lo que el autor o autora les contó en vida. Lo mejor es lo que producen, obviamente. Lo peor es cuando su vanidad les impide aceptar las críticas o aceptar que las ventas de los libros no tienen nada que ver con el mérito de lo que escribieron ni tampoco con defectos con la política editorial de quienes lo publicaron.
¿Qué colección o editorial pasada o presente te gusta?
Colecciones pasadas que me gusten: los famosos libros del Mirasol que publicaba Fabril Editora, recuerdo leer Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir, y Gente de Dublín, de James Joyce, que ahora reeditó Godot en una edición preciosa como Dublineses, traducida muy bien por Edgardo Scott al porteño. Y de las actuales creo que hay colecciones fantásticas en Adriana Hidalgo y en editoriales como Fondo de Cultura Económica, que está revitalizada.
¿Qué estás leyendo ahora?
Ahora estoy leyendo simultáneamente dos cosas. La primera es El tercer paraíso, la novela de Cristián Alarcón, el cronista chileno radicado en Argentina que ganó el último Premio Alfaguara de España, que es un premio muy importante. Es una novela muy extraña donde mecha referencias a la realidad política chilena, el golpe contra Allende y la persecución a los militantes sindicales de izquierda con una serie de estudios sobre el cultivo de las flores que, francamente, me desorienta. Me recuerda un poco a la huerta que arma el protagonista gay abandonado por su pareja de Los llanos, la novela de Federico Falco, que es excelente. Esta me parece menos atractiva. Y estoy leyendo también Esto nunca existió, la última novela de Mempo Giardinelli, que, a pesar de que su temática es de una obviedad realmente aplanadora, está bien escrita, tiene giros interesantísimos y se lee bien siendo que no tiene nada de innovador.
¿Escribís?
Escribí muchas contratapas y ahora me toca ser el testigo por escrito de la gente linda a la que conocí. Cada vez que hay algún aniversario de Quino, de Fontanarrosa, me piden textos que escribo con mucho gusto. Lo último, último: Casciari me pidió para la revista Orsai, que ahora sale de nuevo sobre papel, una especie de panteón, unos recuerdos de nueve personas ya fallecidas que tuvieron influencia en mi vida con anécdotas relativas a ellos. Escribí como doce, creo que lo va a aceptar, y hubiera podido incluir ocho más. Entre los incluidos: Violeta Parra, Vinicius de Moraes, Alberto Ciria, Jorge Álvarez, Piri Lugones, Chiquita Constenla. La verdad es que es un panteón de lujo. Cada quince días también escribo una columna para Leamos, el periódico digital de Infobae sobre libros, en la cual rescato libros que no son novedades y que me parecen importante tener presentes.
¿Cuáles son tus hábitos de lectura y de escritura?
Mis hábitos de lectura son variopintos porque leo mucha, mucha prensa, incluso todavía compro diarios en papel, y dedico buena parte del día a eso, menos a la lectura de periódicos en internet. Hábitos de escritura no tengo ninguno.
¿Cuál es tu visión del mundo editorial en el presente? ¿Cómo evolucionará la industria editorial?
El mundo editorial en presente implica que se lee mucho más pero se lee de otra manera. Se lee mucho en pantalla, creo que hay un hábito distinto de conexión con los textos. Es muy difícil en la playa o alrededor de una pileta ver a gente leyendo libros sobre papel pero sí algunas tablets. Leo en el libro electrónico, en el Kindle, cuando no hay otro remedio. Cuando empezó la pandemia y el antepenúltimo Premio Alfaguara fue para Salvar el fuego, del mexicano Guillermo Arriaga –que es una inmensa novela, lo mejor que leí en los últimos años–, Alfaguara la distribuyó en Buenos Aires solo en soporte electrónico y la leí en el Kindle de mi mujer. La disfruté mucho y la comento cada vez que puedo. ¿Cómo evolucionará la industria editorial? No tengo la bola de cristal y por suerte no tengo necesidad de tenerla.
Foto: Alejandra López
Daniel Divinsky (Buenos Aires, 1942) es un abogado y editor argentino, socio fundador de la reconocida Ediciones de la Flor, fundada en 1966. Como editor, publicó la obra de historietistas como Quino, Caloi, Roberto Fontanarrosa, Alberto Montt y Liniers, además de obras literarias como las de Rodolfo Walsh, Silvina Ocampo, Clarice Lispector y Umberto Eco.