1. Siempre les digo a mis alumnos en los talleres que todas las sugerencias y consejos para escribir son útiles, aunque más no sea para ser descartados y reafirmarlos en lo que ya venían haciendo. Aplicable también a estos tips.
2. El epígrafe de mi primera novela se lo escuché decir en una tertulia a mi colega Juan Diego Incardona: "Es muy fácil escribir difícil. ¡Lo difícil es escribir fácil!". Me parece revelador, porque cuando empezamos el camino de la escritura, suelen aparecer oraciones muy cargadas, casi solemnes, en algunos casos malas copias de clásicos que leímos. El consejo, en definitiva, es: vuélvanse más coloquiales, escriban lo más parecido posible a cómo hablan. Si tienen una historia que contar, no hace falta recargarla con firuletes.
3. Menos es más. Si tienen dudas acerca de si algo va o no va en un texto, generalmente la respuesta es que no va. "He puesto una coma por la mañana, la he quitado por la tarde", bromeaba Oscar Wilde sobre su condición de escritor.
4. Cuando les venga una idea, una voz, una historia, agárrenla con los dientes y escríbanla sin demoras. No importa cuán en crudo salga. Para corregir, después habrá tiempo. Mucho tiempo. “Cuando uno está en el medio de una historia / de un cuento, no es para nada una historia / un cuento, sino es solo confusión, ceguera, un aullido a oscuras, un desparramo de astillas y vidrios. Es mucho después cuando se vuelve algo parecido a una historia / a un cuento”, dice Margaret Atwood.
5. Del comienzo del texto depende que nuestros lectores se queden o se vayan. La era digital incentiva el déficit de atención, y quienes escribimos competimos con cada vez más estímulos externos. Si nuestro texto no engancha enseguida, muy poca gente lo va a leer. Por eso al lector tenemos que sujetarlo del cuello desde la primera oración, porque si no, probablemente termine desviando el foco hacia cualquier otro dispositivo. Como dijo el gran Horacio Quiroga: “En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la misma importancia que las tres últimas”.
6. Cuando crean que acabaron de corregir tu texto, léanlo una vez más, pero en voz alta. Van a notar que todavía no está terminado, porque al oralizarlo quedarán en evidencia imperfecciones que solo resaltan al oído: repeticiones, rimas involuntarias, oraciones demasiado largas, etc. Así que, a seguir corrigiendo. Como dijo Borges alguna vez: “publico para dejar de corregir”.
7. Si escriben algo autobiográfico y en algún momento se traba o no fluye algo de lo que están contando, alteren la verdad de ese pasado. Lo importante no es que el texto se ajuste a lo que ocurrió sino que funcione literariamente. Muchas veces una experiencia sirve para iniciar la escritura, pero después el texto pide alternativas diferentes a las que realmente ocurrieron. No hay que ser fiel a lo que pasó, hay que ser fiel a lo que resulte interesante para la historia y, sobre todo, para los lectores.
8. Entre autor y lectores se establece tácitamente un pacto básico de verosimilitud. No importa el género, así sea ciencia ficción, todo lo que sucede en el texto debe tener un sentido en correlación con el marco de la historia que se está contando. Dentro de ese marco, todo vale. Fuera de él, se tornará inverosímil y el pacto se romperá.
9. Al escribir, transmitimos imágenes, emociones, momentos, escenarios, situaciones y muchas otras cosas. Pero debemos hacerlo cabalmente, no dar las cosas por sobreentendidas por el solo hecho de que nosotros las conocemos de antemano. Si no está en el texto, los lectores no tienen por qué saber todo lo que nosotros sabemos. Está bien dejarles que completen algunas partes de la historia. Pero hay que explicarles con claridad y sutileza aquello que resulta imprescindible para la comprensión del texto.
10. ¿Están escribiendo un texto y no saben cómo seguir? Déjenlo macerar en un cajón o en la carpeta de Mis Documentos y pasen a otra cosa. Cuando lo retomen más adelante, va a parecer escrito por otra persona, pero probablemente tomar esa distancia les va a ayudar a encontrar la forma de continuarlo.
11. Si no entendemos qué queremos contar, menos lo van a entender nuestros lectores. No importa los métodos que usemos después, porque cada uno puede encontrar sus maneras más o menos efectivas de comunicar. Lo importante es que la historia debe estar clara en nuestra mente y, sobre todo, en nuestro texto, para poder resultar significativa para quien lee.
12. Salvo que sea un objetivo deliberado, procuren no anclar el texto a una moda, una época, una red social. Entre el proceso de escritura, corrección, edición y eventualmente publicación, pueden pasar más de diez años. Los textos también envejecen y depende de ustedes que lo hagan bien o mal.
13. El final de un texto literario no es más que eso: un final. No es un moño, ni una sentencia ni una conclusión reveladora. Muchas veces pasa que, como autores, necesitamos redondear o explicar todo el texto en el último párrafo. Pero es una necesidad más nuestra que de los lectores. Por eso siempre recomiendo a mis alumnos que apunten al final más sencillo y abierto posible.
14. Editar es una parte fundamental de la escritura. Si leemos lo que escribimos y nos parece que no hay que quitarle nada, no estamos siendo objetivos y corremos el peligro de enamorarnos de nuestro propio texto. La solución es muy sencilla: llegó el momento de dárselo a leer a alguien más que pueda ayudarnos, de trabajarlo en un taller literario, de someterlo a otras opiniones. Ningún texto es inmejorable. Todos, hasta los más logrados, necesitan pasar por un, aunque sea mínimo, proceso de edición.
15. Quienes leen deberían dejar de preguntarse si lo que escribimos es autobiográfico. No tiene la menor importancia. Y quienes escribimos deberíamos aprender a no ser demasiado autorreferenciales. Tener la lucidez de escribir lo que quiere decir el propio texto y no lo que en realidad ocurrió, así sea algo trascendental. Debemos saber cuándo callar, inventar, alterar, tergiversar, exacerbar, sencillamente para que funcione en la historia que estamos escribiendo.
16. Hace poco me preguntaron: ¿qué es más importante: la trama o los personajes? Primero hay que aclarar que una cosa no quita la otra, porque no son dos cuestiones incompatibles. Por supuesto que la mejor opción es un equilibrio entre ambas: trama ingeniosa + personajes auténticos es una fórmula infalible para cualquier historia. Pero si lo que quieren saber es cuál fue mi respuesta, prefiero los buenos personajes. No me interesan las historias súper complejas interpretadas por personajes mediocres o muy llanos y, por el contrario, la trama más sencilla me llama la atención enseguida si los personajes están bien construidos, si no me dejan indiferente, si los amo, los odio o me transmiten emociones.
17. Nuestros lectores deben sentirse cómplices de lo que estamos escribiendo. Hagámoslos empatizar con la historia, así se trate de un texto policial o de horror. Dejémoslos completar frases e ideas, cosechar pistas que fuimos sembrando previamente para que luego puedan comprender ciertos desenlaces o identificarse con conceptos universales. Cuanto más a gusto se sientan nuestros lectores, con más ansias esperarán nuestro próximo texto.
18. No anuncien todo el tiempo lo que van a hacer en el texto. Escribir no es conducir un vehículo, donde sí corresponde anunciar nuestras maniobras al resto de los actores del tránsito. El tránsito literario es bien distinto: es cierto que debemos lograr que nuestros lectores sigan el hilo de lo que les estamos contando y facilitarles la comprensión de nuestro texto. Sin embargo, lo ideal es que ciertos trucos o desenlaces que utilizaremos no los vean venir. El efecto sorpresa atrapa y es muy literario. Por eso, siempre tienen que estar atentos a no volverse spoilers de sus propias historias.
19. Antes de preguntarse si pueden vivir de la escritura, pregúntense si pueden escribir algo digno. Luego escríbanlo. Luego trabajen mucho en el texto, corríjanlo hasta el cansancio, háganlo leer por gente en quien confíen. Una vez que estén conformes con el resultado, intenten publicar su texto, defiéndanlo, acompáñenlo. No busquen reconocimiento, fama o dinero. Tal vez nunca lleguen. No se larguen a cruzar puentes antes de lo que deberían. Sigan escribiendo, sigan corrigiendo, siéntanse escritores. Eso es todo.